“VALERIA”
La tarde
languidecía, los últimos rayos de sol se despidieron tímidamente. David, mi
ahijado, estaba sentado al lado de mi cama, y me miraba con tristeza, yo le
devolví la mirada y le sonreí levemente.
Desde que enfermé ha estado conmigo todos los días, siempre ha habido una
conexión especial entre los dos. Creo que un hijo no hubiera hecho más que lo
que él estaba haciendo por mí.
-Juan, ¿por
qué no te has casado nunca? Preguntó David.-
-Es una
larga historia, le contesté.-
-¿Nunca te
has enamorado?
-¡Claro que
sí! Por eso mismo no me he casado, porque encontré el amor verdadero, el amor
de mi vida.-
-Entonces,
¿Qué pasó? –preguntó David
-Creo que
siempre la he amado, desde que era un
niño, admiraba su belleza, su bondad, su valentía… Ella era como un rayo de sol
en una habitación oscura, como el oxígeno que se necesita para respirar. Tardé
mucho en confesarle mi amor. Pasé mi adolescencia enamorado de ella, el
verdadero amor es precioso, pero duele profundamente.
Un buen día
me cansé y decidí decírselo, sabía que si me rechazaba me moriría de dolor
-Y ella, ¿Te
rechazó, no? -preguntó David con
curiosidad
-¡Te
equivocas! Valeria me miró a los ojos y sonriendo dulcemente, me contestó con
un beso, el beso más sincero que me han dado nunca. Ella me amaba, y para mí
era suficiente, no me importaba nada
más. Los años a su lado pasaron vertiginosamente, terminamos la
universidad y decidimos vivir juntos.
Aquel fatídico
día, empezamos la mudanza. Estábamos descargando unas cajas, cuando de repente vimos como un crío pequeño cruzaba
despistado la carretera. Ella, temiendo por su vida, corrió para apartarlo del
peligro, pero un coche la arrolló, arrebatándole la vida. Corrí hacia ella,
pero era demasiado tarde, mi dulce Valeria murió en mis brazos, su mirada limpia y profunda se apagó poco a poco, yo la
besaba compulsivamente y le decía como un loco: ¡No me dejes! ¡Quédate conmigo!
Pero Valeria se fue como el humo de un cigarrillo, su luz se apagó y mi vida
quedó cubierta de un manto oscuro y pesado. Desde entonces he contado cada
segundo, cada minuto, cada hora, los días y los años para volver a encontrarme
con ella….-
David cierra
mis ojos y llora casi como un hijo llora a un padre, acabo de morir, pero mi
vida ha comenzado en aquel preciso instante, cuando mi amada Valeria alarga su
mano y me susurra: -Amor mío, ya nada volverá a separarnos, viviremos para
siempre el amor que un día nos arrebató el destino.-
Alba María García membrilla. 3 B
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