Mujer
de fuego
Juan
Antonio Rivas Manzano
2º Bachillerato
Cuando
el taxi me dejó en el que sería el hostal que alquilé durante
aquellos días sentí una sensación extraña. En aquella ciudad se
respiraba un aire mustio acompañado de un gran silencio del que sólo
se podía escuchar el agua correr que provenía de una rotura en una
boca de riego. El ambiente era lúgubre, no se veía a nadie
transitar por las calles. Los cristales de las ventanas de aquel
lugar tenían un brillo extraño, etéreo, como si ellas mismas
quisieran decir que lo mejor sería no mirar a través de ellas. En
su conjunto, parecía que aquella ciudad estuviera esperando a que
algo malo sucediera.
Fue
entonces cuando iba a dar mi primer paso ante la puerta del hostal
para entrar cuando escuché a una persona tosiendo. Me giré y no vi
a nadie. Estuve un rato observando y me percaté de que en un banco
del parque que se encontraba justamente en frente había alguien
sentado. No dudé en acercarme, era la primera persona que veía en
la ciudad.
Cuando
apenas empezamos a hablar, comenzó a llover fuertemente y le dije
que me siguiera hasta el hostal. Allí recogí mi llave y entramos
empapados a mi habitación. Apenas sin conocerla, parecía una locura
esta situación.
Busqué
el baño para coger algunas toallas para secarnos y fue en ese
momento en el que escuché una melodía de piano. Me quedé
petrificado. ¿De dónde venía esa música? Fui acercándome
siguiendo el sonido y pude averiguarlo. En el salón había un piano,
y allí estaba ella, con la mirada perdida y cabeza gacha. Aún
mojada, escurriéndole las gotas de la lluvia por el pelo y
dejándolas caer sobre parte de la alfombra y las teclas que seguía
tocando de forma armoniosa. No se había molestado en encender la
luz. Lo único que iluminaba la habitación eran los pequeños rayos
de sol que dejaban entrar las entrecerradas rendijas de la ventana.
Tras
hablar con ella me contó su historia. Aprendió a tocar el piano en
su niñez, pero tuvo que dejarlo por motivos familiares y aún
recordaba un par de canciones. Vivió durante su vida en un barrio de
Asturias con sus padres, de los cuales, su padre falleció apenas
siendo ella una niña, quedando ella como hija única. En aquel
momento no tenía relación con nadie de su familia, su madre la echó
de casa tras haberle intentado ocultar que estaba embarazada a sus
diecisiete años, y aunque luego abortó, no ha vuelto a saber nada
más de ella. Vivió su adolescencia en casa de sus abuelos, los
cuales la mantuvieron y pagaron sus estudios. Ella estudió bellas
artes en la Universidad Complutense de Madrid, pero si había algo
que adoraba era la lectura y escribir.
Tenía
pensado publicar un libro. No aspiraba a la fama, y de hecho, me
contó que no le llamaba la atención aquello de ser una cara
conocida. Le parecía más interesante publicar con un sobrenombre,
de forma misteriosa.
Y
la verdad es que sí que era misteriosa. Quizá por eso a la mañana
siguiente desapareció sin despedirse, dejándome junto a la mesa del
piano una servilleta con un mensaje que decía: “Gracias por
dejarme pasar la noche, no podría haber llegado a casa con la
tormenta. Me gustaría pedirte un favor. Da este nombre en correos y
te entregarán un paquete. Espero que comprendas mis intenciones.”
Cuando
recogí el paquete descubrí que se trataba de la obra que quería
publicar y unas notas. Al parecer, era cierto aquello de que quería
hacerlo de manera anónima. Además, quería que lo mandara yo mismo
a la editorial para conservar su anonimato. Cosa que por su puesto
hice por ella, tras leer de qué
se trataba de una novela que hablaba de su vida. Recopilaba todo lo
que me había contado antes y más. En las notas, además de las
indicaciones, se encontraba la justificación al por qué la quería
publicar de manera anónima:
“Este
libro es mi vida tal y como ha sido hasta ahora. Contiene por su
puesto buenas experiencias y momentos inolvidables, pero sobre todo,
errores de los que me arrepentiré toda mi vida. No me gustaría que
le ocurriera a muchas personas jóvenes lo que yo tuve que vivir. Y
si les llega a ocurrir, que sean conscientes de que aunque sea
difícil encontrarla, los caminos tienen más de una salida.”
Por
mi parte, vi necesario añadir al libro una dedicatoria personal
hacia ella:
Mujer
de fuego,
Estés
donde estés
Gracias
por enseñarme
Que
de las extintas cenizas
Siempre
podrá surgir una chispa.